El día en que seas feliz sin razón alguna, el día en que goces con todo y con nada, ese día sabrás que has descubierto ese país de la alegría interminable que llamamos el reino.
Contrariamente a lo que tu cultura y tu religión te han enseñado, nada, absolutamente nada, puede hacerte feliz. En el momento en que consigas ver esto, dejarás de ir de una ocupación a otra, de un amigo a otro, de un lugar a otro, de una técnica espiritual a otra, de un gurú a otro...
No hay absolutamente nada ajeno a ti que pueda proporcionarte una alegría verdadera. En el momento en que lo hagas, experimentarás un descontento que es la base de tu liberación. No hay que confundirlo con la desesperación que a veces induce a la gente a la locura y al suicidio, ni con el gimoteo de quienes no hacen mas que quejarse de todo sin abrir las puertas de su prisión y salir a la libertad.
La mayoría de las personas, cuando sienten el aguijonazo de este descontento o bien huyen de él drogándose con la búsqueda febril de trabajo, de compañía y de amistad, o bien lo canalizan hacia una labor social o creativa, contentándose con la reforma, cuando lo que hace falta es la rebelión.
La mayoría de nosotros estamos descontentos en base a nuestro deseo de "más", lo cual nos impide pensar con claridad. Pero si estamos descontentos porque no sabemos lo que deseamos, si estamos insatisfechos, no con algo en particular, sino con todo, entonces es posible descubrir que ese descontento nos proporciona claridad. Y ello es la base para que tu corazón alcance la intuición, una perspicacia que, de un modo misterioso, te permita deleitarte con todo y con nada.
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