Hoy estrenamos en Canarias el pase a la fase 1 del desconfinamiento frente a la pandemia del COVID-19. Podría decirse que empezamos a ver la luz al final del túnel pero la crisis económica que se nos viene encima tampoco nos permite muchas celebraciones.
El pasado miércoles vi la videoconferencia de la Fundación Fyde "Economía para estos tiempos de coronavirus" en la que Emilio Ontiveros nos dio algunas pinceladas de lo que nos espera a nivel del estado español y José Luis Rivero hizo lo mismo en relación a Canarias (la grabación íntegra del acto se puede ver al comienzo de esta entrada). Ese mismo día, la CEOE-Tenerife presentaba su informe de coyuntura económica del primer trimestre de 2020 (ver noticias de Canarias 7 y Diario de Avisos) en el que se pronostica una caída del PIB de Canarias a finales del presente año de un 25%.
Si a lo anterior, añadimos las previsiones expuestas por José Luis Rivero acerca de que próximamente la tasa de paro en Canarias podría moverse entre un 34% (cálculos más optimistas) y un 50% (cálculos más pesimistas) y la constatación de que las fases de recesión en Canarias suelen durar entre 3 y 5 años, el escenario que tenemos en nuestras islas se aproxima al calificativo de "aterrador".
Como planteaba Ontiveros, España y otras economías europeas no pueden salir de este atolladero sin el concurso de un ambicioso fondo de reconstrucción europeo, manifestando su optimismo acerca de la puesta en marcha del mismo con unos antecedentes esperanzadores en las medidas del Banco Central Europeo para mantener la liquidez de los estados y garantizar la compra de deuda pública y en las del eurogrupo también tendentes a reforzar la liquidez (otros especialistas como Juan Torres no muestran tan optimistas).
En Canarias, dada su total del sector turístico, el apoyo de las instituciones europeas y del estado español es aún más urgente e ineludible. Pese a la posibilidad de vender el mensaje de una menor incidencia del coronavirus y de unas medidas de control creíbles, los turistas no van a regresar de inmediato y hay una gran incertidumbre sobre que se garantice una conectividad suficiente para empezar a llenar de nuevo los hoteles (está por verse lo que va a pasar con el transporte aéreo). El tema "las perspectivas del turismo en Canarias para la salida de la crisis del Covid-19" ya fue tratado en otra videoconferencia de la misma fundación aunque es posible que como plantea Antonio González Viétez estamos ante el fin del ciclo del turismo barato.
Algunas de las medidas que serían necesarias para paliar en Canarias los efectos de la crisis provocada por el Covid-19 las apuntaba José Luis Rivero:
- El estado debe permitir al Gobierno de Canarias el endeudamiento y el uso del actual superávit (Román Rodríguez se refería recientemente a este punto).
- Modificación de la actual normativa sobre la RIC para potenciar la materialización de inversiones asociadas a la creación de empleo.
- Desarrollo del pacto por la reactivación económica y social de Canarias que ya ha sido presentado a los agentes sociales.
- Potenciación de medidas que garanticen el mantenimiento del empleo (prórroga de los ERTEs) y la redistribución de la renta (ingresos de emergencia, prestación canaria de inserción,...).
El diputado de CC-PNC Juan Manuel García Ramos se refería en un artículo titulado "Economía para después de una crisis" a las propuestas de Roque Calero para garantizar la transición a otro modelo energético más sostenible en el que abandonemos el actual lujo asiático de la producción de energía eléctrica en las islas quemando combustíbles fósiles mediante un aprovechamiento decidido de las energías del sol y el viento. Esta apuesta por la sostenibilidad se tendría también que trasladar a los sectores estratégicos de la agricultura y el turismo.
Pese a que no se puede cambiar de modelo productivo de la noche a la mañana, conviene empezar a oir también otras voces más heterodoxas como las de Federico Aguilera Klink que en un reciente artículo plantea la necesidad de "cambiar de modelo y de racionalidad económica, adaptar la economía a los ecosistemas y generalizar la agricultura ecológica, local y de temporada, lo que beneficiaría a nuestra salud y a nuestra manera de vivir, aunque disminuya el PIB, indicador que solo muestra a qué velocidad vamos, pero ignora los costes sociales reales y la dirección a la que nos dirigimos".
Creo que la gravedad de la situación exige el mayor consenso posible para tomar decisiones valientes y al mismo tiempo, factibles que persigan el objetivo supremo del bien común y la protección de los más débiles, al contrario de lo sucedido en la reciente crisis del 2008.
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