Amar significa ser sensible a la vida, a las cosas y a las personas: tener sentimientos hacia todo y hacia todos, sin excluir nada ni a nadie. Porque a la exclusión sólo se llega a base de endurecerse, a base de cerrar las propias puertas. El amor ya está dentro de nosotros. Todo lo que hay que hacer es quitar los obstáculos que ponemos a la sensibilidad. Estos obstáculos son:
1) La opinión. Cuando tenemos una opinión sobre algo o sobre alguien ya no la podemos ver, hemos endurecido nuestra percepción, hemos formado un pre-juicio y hemos dejado de ver sea persona, ser o cosa en su constante devenir. El simple hecho de comprender que se tratan de opiniones, conclusiones o prejuicios, no reflejos de la realidad, hará que desaparezcan.
2) El apego. El apego a personas o cosas nos hace excluir otras cosas y ser insensible a todo cuanto no forme parte de él. La tensión y ansiedad que generan constituyen la muerte misma del amor y de la gozosa libertad que el amor conlleva.
¿Cómo liberarme de ellos? No a través de la renuncia. El secreto reside en no renunciar a nada, ni aferrarse a nada, en disfrutar de todo y permitir que todo pase.
La sociedad en la que vivimos está podrida de apegos hasta la médula, se basa en el ansia y la avaricia y en la dureza e insensibilidad del desamor.
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