A pesar de que se encuentra a unos dos kilómetros de mi casa en El Paso, nunca había estado en la conocida como Peña del Diablo, en pleno cauce del Barranco de Torres. Sólo la había visto a cierta distancia, pero ayer saldé esta cuenta pendiente cuando fui con mi amigo José Manuel caminando barranco arriba hasta la zona de La Caldereta para después encontrarme con la hondonada, en el centro de la cual se alza esta peña de más de 40 metros de altura cuyo nombre está vinculada a la leyenda de que en la noche de cada 31 de octubre, el diablo sale a merodear por allí.
Desgraciadamente, la zona ha perdido el encanto de antaño por el abandono en que se encuentra, el pastoreo descontrolado al que está sometida y el avance imparable del rabo de gato que ya ha invadido el cauce del barranco.
La zona en la que está el Hoyo-La Peña del Diablo, según el arqueólogo pasense Jorge País, tiene un gran interés arqueológico pues como ya en 1994 escribía en el estudio de impacto ecológico de las Normas Subsidiarias de El Paso "se puede decir que toda la base de los riscos que delimitan por el lado norte y este de la depresión del Hoyo-La Peña del Diablo constituyó en época prehispánica, un gigantesco yacimiento de habitación sin discontinuidad hasta que el risco es cortado por una barranquera que desciende desde las laderas de Tiramasil y la Fuente de Pinillo".
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