Curiosamente, el día de la despedida de Pablo Casado como líder del PP en el Congreso de Diputados, sucede 41 años después del intento de golpe de estado del 23 F.
Esta vez, otro golpe de estado (en el seno del PP) si ha triunfado y se ha llevado por delante a la dirección de este partido con su presidente al frente. Miguel Ángel Rodríguez, un personaje que se mueve en las sombras de estos acontecimientos y que emula a Maquiavelo, parece que es el que ha diseñado la estrategia que ha tendido una trampa mortal a Casado y Egea.
Pablo Casado es el árbol caído de este 23 F abandonado con muy "poca elegancia" por los que ayer le jaleaban y encumbraban y traicionado por los que aspiran sin demasiado disimulo a ocupar su silla. Está por ver, si anticorrupción lo permite, que le suceda sin más dilación la trumpista Isabel Díaz Ayuso o si la transición la llevará el gallego Alberto Núñez Feijoo.
Los árboles caídos pueden disolverse en el suelo pero también pueden rebrotar para adquirir la sabiduría de la impermanencia, experimentando el alivio del descanso y la grandeza de ser nadie, viendo la verdadera naturaleza de la maleza que le ha rodeado. Seguramente Pablo Casado encontrará acomodo en las migajas que le ofrezcan sus verdugos, pero por su bien espero que la caída le sirva para reflexionar que lo que verdaderamente merece la pena es rebrotar con dignidad y humildad.
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