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El pánico financiero y la austeridad que impone Alemania le reportan
grandes beneficios y favorecen la apuesta de los grandes especuladores
contra las deudas soberanas de los países del sur de Europa
Los economistas reiteran hasta la saciedad que la imposición
merkeliana de austeridad es un error, pero siguen sin entender que se
trata de una truculenta estrategia del Gobierno y la banca alemana para
desvalijar al sur de Europa con el fin de tapar el enorme agujero
financiero alemán. Este expolio es posible debido a una desregulación
jurídica que desde 2000 ha desplazado el capitalismo productivo por un
“mercado casino” sin supervisión administrativa, en el que ha quedado
suprimido el delito de información privilegiada y que funciona mediante
apuestas en las que no hay que identificarse. Esta bolsa privada y sin
transparencia, localizada en Nueva York y Londres, está en manos de un
cartel compuesto por seis megabancos norteamericanos y seis europeos,
todos quebrados y rescatados por sus Gobiernos, es decir, por los
contribuyentes.
Este es el verdadero origen de la crisis: un nuevo capitalismo de
casino y de apuestas en productos financieros tóxicos —como las
hipotecas subprime—, que ahora especula con la deuda soberana
de los países del sur. La causa de la crisis, pues, no es ni la burbuja
inmobiliaria española, ni el endeudamiento —las deudas inglesa y alemana
eran superiores—, ni la indisciplina fiscal. La burbuja ha sido
hipotecaria: de titulizar y revender hipotecas tóxicas en el mercado.
Precisamente, el Deutsche Bank fue uno de los mayores implicados, según
reveló el Senado americano. Este banco ha colocado productos a sus
clientes a sabiendas de que perderían dinero, tanto en Norteamérica
(paquete “Gemstone VII”) como en Alemania, donde el Tribunal Supremo le
condenó en 2011. Los ciudadanos alemanes fueron las primeras víctimas de
la voracidad de sus bancos.
Alemania, además, es quien promovió las apuestas contra la deuda del
sur. El Deutsche Bank fue uno de los artífices de este nuevo Merk-ado de deuda soberana —y de su índice de precios Markit—
que disparó los ataques especulativos. Goldman Sachs asesoró a Grecia
para ocultar su deuda y así logró entrar en el euro, después, con esta
información privilegiada, apostó junto con Deutsche Bank que Grecia se
hundiría. Atacar a países del sur fue la fórmula del Gobierno y bancos
alemanes para recuperar las pérdidas de sus bancos ludópatas.
Semejante giro depredador contra la propia zona euro lo motivó la
filtración del informe confidencial del supervisor financiero alemán, el
BaFIN (confirmado por otro de Merrill Lynch), que valoraba en 800.000
millones los activos tóxicos del país en 2009. Dichos datos delatarían
que una Alemania especulativa había reemplazado a su reputado
capitalismo industrial. En vez de procesar a los responsables, cerraron
filas e iniciaron el descrédito del sur para desviar la atención y
sojuzgarlos.
Las Bankias alemanas han sido muchas: Hypo Real Estate fue
rescatado con más de 100.000 millones de euros y en 2009 fue
nacionalizado en un 90%; el Industriebank (IKB), con 10.000 millones de
euros; los Landesbank (cajas autonómicas), como el Baden-Württemberg, el
West o el Sachsen, recibieron unos 150.000 millones de euros; el
Dresdner Bank, segunda entidad del país, quebró y fue absorbido por el
Commerzbank, que a su vez recibió un rescate de 100.000 millones y cuyo
25% todavía está en manos del Gobierno de Merkel. El caso del
Commerzbank es ilustrativo, pues el año pasado devolvió parte del
rescate al Gobierno, 14.000 millones de euros. ¿De dónde sacó tan
cuantiosos beneficios, si no es apostando en el casino con información
privilegiada proporcionada por el propio Gobierno?