martes, 5 de marzo de 2024

ASI ME LO CONTARON

Búsqueda de restos de víctimas de la represión franquista en las inmediaciones del Pino del Consuelo en Fuencaliente

Hace tiempo que estoy recopilando relatos relacionados con lo que denomino "testimonios de la represión franquista". Sobre este tema en mi isla de La Palma,  empiezan a haber algunas interesantes publicaciones escritas por estudiosos e historiadores como Salvador González Vázquez ("Los alzados de La Palma durante la guerra civil" y "La Semana Roja en La Palma") y Alfredo Mederos ("Víctimas de la guerra y de la represión franquista en La Palma"). Hoy quiero aportar mi particular granito de arena con tres mini-relatos que guardo en mi memoria. 

El primer relato lo escuché en el duelo por la muerte de un familiar que se suicidó en mi pueblo, El Paso. El suicidio era casi el tema monográfico de distintos cuentos que escuché en silencio en el velatorio. Este tiene que ver con la represión franquista y no incluye torturas, desapariciones o fusilamientos porque "en El Paso, al igual que en Tijarafe, las figuras locales de la derecha rehusaron utilizar los métodos más extremos propuestos por el general Dolla basados en la aniquilación física del enemigo" (pag. 17 del trabajo de fin de grado de Eduardo Barreto Martín "Represión franquista en La Palma").

"Era el recaudador del Ayuntamiento de El Paso. En Julio estalló la guerra y él no era del bando franquista que se hizo con el control de La Palma, tras la semana roja.

Se lo llevaron preso y se negó a pagar las 500 pts. de fianza que le pedían para volver a su casa. Consideraba que no había cometido ningún delito, sólo que sus ideas no coincidían con las de los nuevos mandatarios. Al fin, le soltaron (su familia tenía alguna influencia) pero perdió su trabajo. Un día oyó los tiros de los soldados que hacían “maniobras” en las montañas del pueblo. También oyó hablar de desaparecidos y fusilados.

Su destitución y lo que estaba pasando a su alrededor lo sumió en la depresión. Alguien le escuchó susurrar que la noche anterior había encontrado la solución a sus 'pesares'.

Se miró al espejo y se cortó el cuello. Después, con sus propias manos intentó agrandar la herida. Su agonía duró más de cuatro horas.

Decían que era muy inteligente…"

Don Víctor era un señor que vivía en el barrio de Tajuya del municipio de El Paso. Apenas tuve la ocasión de conocerle y hablar con él. En una ocasión, acompañado por alguien que tenía más confianza con este señor de plante distinguido y pelo blanco, pude escuchar su relato de algunos momentos vividos en un calabozo de Los Llanos, después de iniciada la sublevación franquista.

"Me detuvieron porque era oficial del ejército y me negué a apoyar la sublevación de los fascistas. Habían más detenidos y una noche, escuché como los carceleros regresaban de algún traslado de prisioneros, comentando con risotadas vistes los cuartos traseros que tenía fulanito de tal". 

No recuerdo si Don Víctor llegó a dar el nombre de este fulanito, pero si comentó que estos asesinos se referían a los que hacían desaparecer en la zona de Los Charcos, antes de llegar a Fuencaliente (no todos los desaparecidos en esta zona lo fueron en el famoso pino del consuelo), dándoles machetazos para que se precipitaran al vacío en los riscos que desde la carretera general llegan hasta el mar. Posiblemente, estos hechos transcurrieron en el llamado periodo de terror que va desde noviembre de 1936 a febrero de 1937, en el que tuvieron lugar la mayor parte de las desapariciones registradas en la isla de La Palma.

Como ya he dicho, en El Paso apenas se registraron desapariciones de vecinos del municipio, pero si fueron detenidos y sometidos a interrogatorios duros y torturas quince miembros de la Agrupación Socialista y del Frente Popular local (pág. 15, prólogo de Salvador González Vázquez  de la novela de  Adolfo (Álvaro) Taño "Soldado de aquella guerra"). Quizás alguno de ellos era el chico joven del tercer relato que esta vez me contó mi madre.

"La viejita vivía sola y a todo el que la quisiera escuchar le relataba la triste historia de la muerte de un hijo único que había fallecido muy joven a consecuencias de las palizas que le dieron los falangistas por ser afín al bando republicano. Nombraba especialmente a uno de ellos que se había distinguido por ser especialmente cruel como torturador. Era alguien del pueblo al que lanzaba las maldiciones que antiguamente se usaban comúnmente para desear el mal a alguien". Mi madre me contaba que la hija de ese torturador se casó con el hijo de un vecino que también fue víctima de sus malos tratos, antes de ser deportado a la prisión de Fyffes de donde tuvo la suerte de salir libre. Antes de la boda de su hijo, el vecino se lamentaba que su hijo fue a elegir como esposa, precisamente a la hija de su principal maltratador en las torturas a las que fue sometido cuando fue detenido. Mi madre también me contó que el torturador murió fruto de una terrible enfermedad que ella relacionaba con las maldiciones de la viejita. Lo cierto es que cuando lo enterraron en Los Llanos, hubo alguna descarga de voladores que personas anónimas "tiraron" para celebrar el hecho.

1 comentario:

  1. Bravo por esta iniciativa de memoria histórica. Ojalá cunda el ejemplo y se generalicen en Canarias la difusión de estos relatos. La verdad nos hace libres

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