Con este título, el exsecretario general de la Federación de Químicas de CCOO Joaquín González Muntadas se ha sumado al debate del Diario Público iniciado con la ponencia de Joan Coscubiela que puede consultarse en el siguiente enlace:
Joan Coscubiela en su excelente ponencia “necesidad,
legitimidad y utilidad del sindicalismo” nos invita a reflexionar desde
una batería de interrogantes, que confirman la fuerza y el poder que
tienen las preguntas como herramientas para la investigación y la
innovación.
Una pregunta directa y descarnada que formula es: ¿es útil hoy el
sindicato?. Mi respuesta y la de muchos ciudadanos será, por experiencia
propia e ideología, un rotundo sí. Pero la matizamos, para hacerla más
adaptable a la reflexión y nos preguntamos si los trabajadores y las
trabajadoras perciben hoy la utilidad del sindicato, posiblemente la
respuesta será un mayúsculo: Depende.
Dependerá del ámbito profesional y laboral en el que se encuadré el
trabajador y trabajadora, del sector y de la empresa y también de lo que
entienda de la función de un sindicato. Sabemos que hay amplios
sectores de la sociedad que pueden identificar más a otras
organizaciones sociales y políticas como protagonistas en la lucha por
la justicia social y contra las desigualdades, aunque vean al
sindicalismo compartir plazas y calles en sus luchas y objetivos, lo que
probablemente puede expresar que el trabajo y sus condiciones
colectivas, para una parte importante de la sociedad, han dejado de ser
la base donde se dirime la lucha por la transformación social y que el
empleo ya no es la base de la ciudadanía portadora de derechos y
obligaciones.
La condición de trabajador ha perdido fuerza en favor de otras
identidades "no materiales": raza, género, edad o territorio.
Identidades, que para muchos ciudadanos y trabajadores con media y alta
cualificación, generan mayores estímulos que el empleo y las
condiciones de trabajo para acudir a la acción colectiva ya que
entienden más útil el ámbito individual para la defensa de su
profesionalidad que el colectivo, al que identifican con los
trabajadores de mas baja cualificación, precarios o fuera del mercado de
trabajo y al sindicato más en la acción social y política, que es lo
que transmiten los medios de comunicación.
Tenemos un sindicalismo institucional y socialmente fuerte, y menos
fuerte dentro de las empresas, desorientado en la nueva empresa
pos-fordistas, donde no ha conseguido como la mayoría de la izquierda
pasar de discusiones nominales sobre la globalización, el cambio
tecnológico o la flexiseguridad, etc, sin situar una nueva tabla
programática y reivindicativa donde alinear la acción más allá de la
resistencia.
El cambio en las empresas se ha hecho sin una atención sindical
suficiente y desde un pensamiento neoliberal cuyo objetivo es marginar
al sindicalismo de los centros de trabajo y de las nuevas formas de
gestión, y hacerlo prescindible para amplios colectivos de trabajadores
y trabajadoras. Hay muchas empresas donde lo importante sucede al
margen de la representación sindical, como la gestión de las carreras
profesionales, la retribución por objetivos y resultados, las nuevas
formas de comunicación abiertas y verticales entre las personas,
borrando jerarquías y generando nuevos e informales liderazgos, el
impulso del emprendimiento interno, las encuestas de clima laboral y
los procesos de feedback, el voluntariado corporativo en el que
participan cientos de trabajadores y trabajadoras, la acción social o la
información sobre las políticas de Responsabilidad Social.
La pregunta es qué papel aspira a jugar el sindicalismo en las
grandes y medianas empresas -que son la base de su afiliación - que
desde canales y formas nuevas se promueve la participación de amplios
colectivos dejando fuera a los representantes sindicales cuya función se
reduce a representar sólo a una parte de la plantilla y a negociar
solo cuando la situación es de crisis.
Hemos concedido un débil valor a la participación en la empresa,
como lo demuestran los escasos resultados en la negociación colectiva en
esta materia, quedando incluso sin desarrollar en la gran mayoría de
convenios colectivos los tímidos avances que en materia de
participación se han ido incorporando durante décadas en los Acuerdos
Confederales.
Ese débil interés por conquistar espacios de participación en la
empresa no deja de ser un contrasentido cuando hoy el "empowerment" ha
entrado hasta lo más profundo del pensamiento de la izquierda y es el
centro de los ámbitos políticos, sociales y culturales. Como dice
Ignacio Muro, refiriéndose a las relaciones laborales en su libro
imprescindible "Esta no es mi empresa", el “empoderamiento” del trabajo
es una prioridad que significa que generar influencias es necesario para
ser reconocido y respetado ya que, más que nunca, tener poder vale la
pena".
Creo que, sin abandonar un ápice la acción sociopolitica, una
prioridad del sindicalismo está en conquistar poder en las empresas y en
los centros de trabajo, precisamente allí donde más le molesta y le
teme la derecha conservadora y al poder económico.
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