Lo que puede salvar al mundo no es la buena voluntad o la tolerancia, sino la clarividencia. La verdadera tolerancia brota únicamente de una vivia consciencia de la profunda ignorancia que a todos nos aqueja en relación con la verdad. Porque la verdad es, esencialmente, misterio.
¿Qué es la clarividencia y cómo se obtiene? La clarividencia no requiere demasiados conocimientos. No requiere conocimientos, sino ignorancia; no requiere talento, sino valor. Para obtenerla hay que olvidarse de lo aprendido, de las creencias y los prejuicios, liberarnos de las experiencias pasadas y de la "programación" que tanto oscurecen nuestra forma de ver la realidad. Otros enemigos de la clarividencia son el "deseo" y el "miedo".
Nuestras conclusiones y juicios son adulterados por nuestro egoismo y no están libres de la emoción. Esta es, precisamente, la principal causa de los desacuerdos y las divisiones que se dan entre naciones y entre individuos.
Para encontrar la verdad lo que se necesita no son formulaciones doctrinales, sino un corazón capaz de renunciar a su "programación" y a su egoismo cada vez que el pensamiento se pone en marcha.
Si todos los seres humanos estuvieran dotados de un corazón semejante, su propia clarividencia les haría ver que todos sus pensamientos, conceptos y creencias son lámparas apagadas, signos de ignorancia. Y, al verlo, desaparecerían los límites de sus respectivas charcas, y se verían inundados por el oceáno que une a todos los seres humanos en la verdad.
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