Julio LLamazares escribía hace algo más de un mes un artículo dedicado al mes de Agosto en el que relataba un recuerdo de su infancia y advertía de que las buenas expectativas que los que disfrutamos de vacaciones tenemos con respecto a este mes, podrían frustrarse como cuando a él se le derramó la gaseosa.
Confieso que a mi no se me ha derramado la gaseosa en el mes de Agosto. Ha sido un mes de desconexión y de limpieza interior que me ha dado una mayor tranquilidad y sosiego en el arranque del mes de Septiembre.
Un mes que para los que hemos vivido siempre pendientes del calendario escolar es un mes de inicio del ciclo laboral y vital acompañado del buen tiempo y de propósitos de cambio.
Ahora, consumido ya un tercio del mes, vislumbro algunas dificultades y retos a abordar en las tareas que por ahora estoy desempeñando en el sindicato (inicio de la concertación social canaria, una fusión de federaciones en CCOO Canarias, la situación financiera,...) que aminoran la paz con la que he venido tras las vacaciones, pero el asumir las responsabilidades que tengo en la gestión de estas cosas espero que no me lleve a la orilla de la culpabilidad o de la crispación.
He comenzado también en estos días a prepararme para mi vuelta a la enseñanza como un maestro de primaria. Confío en que se disipe cualquier resistencia al cambio y que las nuevas situaciones laborales sirvan para abrir las puertas a nuevas y gratificantes experiencias vitales.
Afortunadamente, todo cambia y la "impermanencia" hace que la vida carezca de la previsibilidad que ahoga las ilusiones y endurece los corazones. Por eso, acepto las dificultades que me trae este nuevo Septiembre y los cambios que se atisban tras el horizonte de las puestas de sol en estos días todavía veraniegos.
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