El pasado viernes 14 de noviembre, asistí a la concentración convocada por estudiantes de la Universidad de La Laguna, en contra del acto ilegal que el activista de extrema derecha Vito Quiles había convocado en la Facultad de Derecho de esta Universidad. A pesar de la prohibición, el acto lo llevó a cabo en el exterior de esta facultad, mientras que los que protestábamos por ello, éramos "enjaulados" por la policía en un espacio acotado y en algunos momentos, también tuvimos que afrontar el acoso de estos policías que casi parecían comportarse como miembros de la escolta de este agitador fascista.
Rodeado de jóvenes antifascistas, me preguntaba, una vez más, si era cierto que la mayoría de la juventud actual era de derecha o de extrema derecha. Ciertamente en el otro lado había una cantidad casi similar de jóvenes que parecían idolatrar al Vito, pero ¿ellos representaban a la mayoría de los jóvenes?
Un artículo de El País Semanal del 2 de noviembre "Los jóvenes son más de derechas que nunca" parecía avalar el "si" a la pregunta anterior. Según este artículo, donde se entrevistaban a varios jóvenes simpatizantes de la derecha o la extrema derecha, "los jóvenes son más de derechas que nunca. Estas son sus razones: han crecido escuchando que vivirán peor que sus padres, encerrados por la pandemia en la edad de descubrir el mundo; al salir se han encontrado con que el futuro es más caro y más difícil de lo que esperaban; les han dicho que los partidos tradicionales no entienden sus problemas, así que algunos han decidido ser rebeldes, pero esta vez, rebeldes de derecha. Incluso de extrema derecha".
Unas de las claves de lo anterior la podemos encontrar en este otro artículo de Público del 1 de noviembre "La extrema derecha gana la batalla del algoritmo en las redes sociales donde se informan los más jóvenes". Según el último Eurobarómetro, la mitad de los jóvenes españoles se informan a través de Instagram, X o Tik Tok. Las derechas han sabido entender las claves del algoritmo que está detrás de las redes sociales. "Los perfiles conservadores han entendido mejor que nadie que la rabia, el miedo y la indignación son emociones que movilizan más rápido que un argumento razonado". "Los contenidos más radicales y extremistas generan esa dopamina que luego premia el algoritmo. La derecha y la extrema derecha tiene un discurso más homogeneizado. Las izquierdas, en cambio están más fragmentadas, tienen debates internos que hacen el activismo más complicado. Si no se corrigen las tendencias que hoy operan a favor de los discursos reaccionarios, las redes cada vez más estarán secuestradas por ellos que son los que marcan las agendas e influyen en las urnas".
Las opiniones de la juventud hay que vincularlas a los temas que más le preocupan:
Los precios de la vivienda comenzaron a subir en 2015, pero su escalada se ha intensificado durante los años de Sánchez en La Moncloa. Desde 2018, cuando asumió el cargo por primera vez, el precio de la vivienda ha aumentado un 50% en el ámbito nacional, según los últimos datos del INE.
Según una encuesta reciente, el 65% de los jóvenes cree que los extranjeros reciben demasiadas ayudas y el 53% que su presencia aumenta la delincuencia.
Los hombres jóvenes que se ubican a la derecha (7-8 sobre 10) han pasado del 12% al 25% desde 2019. Y se triplican los que se colocan más en el extremo: suben del 3% al 10%. También es cierto que las mujeres jóvenes son más de izquierdas. Pero, cuidado, también se han derechizado: las que se colocan a la derecha (más allá del 7) suben del 10% al 24%.
Otro de los asuntos que está inclinando la balanza hacia partidos de ultraderecha son las políticas feministas y de género que según estas organizaciones “quieren criminalizar al hombre blanco de derechas, atribuyéndoles todos los males del mundo”.
Aunque parece evidente un giro a la derecha en las creencias y valores de la juventud actual que no es exclusivo solo del Estado Español, conviene precisar que no se trata de un giro contundente e irreversible.
Si nos centramos sólo en los datos de intención de voto de los jóvenes entre 18 y 24 años de la encuesta de El País, vemos que hay un 30% que votaría a opciones de izquierda, un 40% a opciones de derecha o extrema derecha y un 30% de indecisos o abstencionistas. Así pues, la mayoría se decide en este último bloque y entre el 40% derechista hay muchos jóvenes desencantados que encuentran en la ultraderecha planteamientos antisistema que conectan con su rabia pero que no necesariamente van a establecer lazos inamovibles. Ahora en internet, lo transgresor no es ser de izquierdas, sino burlarse de lo políticamente correcto y eso lo está sabiendo hacer muy bien, en estos momentos, los fachas. Pero la izquierda puede aprender a hacerlo mejor.
Todavía hay una parte importante de la juventud muy alejada de las concepciones derechistas del mundo, aunque una parte de ellos pasen de la política. En España, una parte de ellos se definen como antifascistas y se organizan para expresar su oposición al fascismo, la extrema derecha y las ideologías autoritarias. No se trata de una organización única, sino de una corriente social y cultural diversa. Últimamente, la lucha contra el genocidio en Gaza y el renacimiento de un movimiento estudiantil organizado, ha servido para visualizar la existencia de un número importante de jóvenes que están dando el paso hacia un activismo social y político que sirve de contrapunto al fatalismo escondido detrás de la afirmación de que los jóvenes son ahora de derechas.
Fuera de España, podemos encontrar dos experiencias electorales que nos pueden dar algunas pistas de como la juventud se puede incorporar a opciones políticas de izquierda de una manera creativa y determinante.
El recientemente elegido alcalde de Nueva York Zohran Mamdani, miembro del ala socialista del Partido Demócrata, ganó esta elección gracias a un sólido apoyo popular en el que los jóvenes jugaron un papel central. Esta victoria no fue el resultado de las estructuras tradicionales de partido sino de una movilización de base muy marcada por la participación de miles de jóvenes que tocaron puertas, hicieron llamadas telefónicas y organizaron eventos comunitarios. Una campaña articulada en torno a un voluntariado masivo y conectada con las preocupaciones cotidianas de las generaciones jóvenes urbanas. Los jóvenes fueron determinantes para ayudar a construir la imagen de Mamdani como un candidato cercano, accesible y políticamente coherente, alguien que vive y se organiza en el mismo barrio.
La otra experiencia exitosa en la que los jóvenes tuvieron mucho que ver fue la campaña que dio lugar a unos resultados por encima de lo esperado de Die Linke, el partido de la izquierda alemana, en las elecciones generales celebradas el 23 de febrero de este año donde obtuvo el 8,8% de los votos y 64 escaños, lo que supuso su mejor resultado desde 2017. Desde una perspectiva demográfica, la juventud (votantes de 18-24 años) jugó un papel destacado: Die Linke fue la fuerza más votada en ese grupo de edad con aproximadamente un 25 % de los votos. Ello fue posible por la movilización y el reclutamiento de miembros jóvenes (no sólo votaron sino que participaron activamente en la campaña del partido mediante el voluntariado, el activismo local y la difusión digital). La campaña de Die Linke incorporó un fuerte componente de medios sociales y comunicación digital adaptada a públicos más jóvenes (la campaña en Tik Tok fue especialmente novedosa y su cabeza de lista, Heidi Reichinnek ganó mucha visibilidad entre los jóvenes, especialmente a través de las plataformas digitales). La campaña se centró en los temas que tenían especial resonancia en los jóvenes (vivienda asequible, precios de la energía, descontento con la política tradicional) .También fue determinante el esfuerzo que hizo Die Linke por incorporar rostros más jóvenes para conectar con la juventud urbana. Este rejuvenecimiento sirvió como elemento de renovación simbólica del partido que ayudó a movilizar a un electorado que quizás lo percibía como estancado o envejecido.
La batalla para incorporar a la mayoría de la juventud a la defensa de una concepción del mundo basada en el bien común, la justicia y la equidad no está perdida. Hay mucho que hacer en el frente del activismo digital y presencial, pero hay que dejar que los jóvenes marquen el paso, tanto a nivel organizativo como programático y los que ya somos mayores o ancianos tenemos que practicar más la escucha y menos la "emisión de sermones".


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