En vísperas de la celebración de otro 1º de mayo, evoco las primeras celebraciones en la clandestinidad del día del trabajador, cuando el franquismo sólo permitía los actos organizados por los sindicatos verticales. Cuarenta años después, sintiendo un poco de nostalgia, me reafirmo en los ideales de lucha por la dignidad de la clase trabajadora y por la erradicación de la injusticia y la desigualdad.
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